Dedicado a Natalio Veritier y a su hijo Nestor, infaltables a cada cita de la celeste.
Desde los ocho años veo jugar al Club Atlético San Martín, el club de futbol de mi barrio.
Es mi deber confesar que también iba a ver al Club Atlético Belgrano cuando éste hacía futbol. Me puse a la defensiva cuando puse “confieso”, y pienso, ¿Por qué no debería ir a verlo? Mejor dejo el tema para otra oportunidad, necesita de un análisis sociológico que yo no estoy en condiciones elaborar.
Seguramente mis viejos me dejaban ir solo a la cancha, porque si bien la década del ’70 no había celulares tampoco había grandes peligros en un pueblo donde todos se conocían. Además la cancha estaba a escasas cuatro cuadras de casa, pegadita casi como hermanada a la Escuela Nacional N ° 28, mi escuela primaria.
Mientras escribo analizo que el tiempo es cambio, ni la cancha está donde estaba y la escuela ya tiene otro nombre.
Con una radio que había comprado mi viejo a Don Luis Mana después de mis reiteradas súplicas, caminaba en compañía de su sonido por la calle Italia, justo hasta la intersección con la escuela, desde allí cruzaba cortando camino por el campito en diagonal hasta llegar a la vereda, justo en lo de Poroto Casanova atravesaba la calle para entrar por el histórico ingreso del CASM.
Nada más sublime y formidable que el sonido de una radio en aquellas tardes domingueras y futboleras de mi infancia. Siempre en sintonía con “Rivadavia”. Todos los partidos del Metropolitano o del Nacional se jugaban a idéntica hora.
Aguardaba con ansiedad el inicio de la transmisión con el spot publicitario de las pilas Eveready ; “Viva viva la música, viva viva el sol, con una pila de vida con Eveready todo todo en acción…donde donde quiera que vayas Everady siempre estará, con duración y potencia, …. Una una pila de viiidaaa Eveready”.
Los goles de primera por aquella época, no se veían, solo se imaginaban. Cada uno le ponía colores propios a los aciertos de Scotta, Fischer, Morete, Mastrángelo, Felman o García Cambón. Con suerte, ese soberbio y poético gol que el domingo anterior nos había explicado y detallado “El Gordo Muñoz”, lo podíamos repasar recién el miércoles con alguna que otra foto de la revista EL GRÁFICO.-
El Replay residía en una especie de pizarra en los periódicos del lunes, unos fríos dibujitos que comprendían una mitad de chancha, jugadores, flechas y pelota, líneas entrecortadas a manera de flechas que indicaban el recorrido de los protagonistas de la jugada y de la esférica que finalizaba su recorrido en el fondo del arco.
Insisto, no hay nada más sencillo para definir; “El tiempo es cambio”, ahora vemos la jugada por televisión una y mil veces desde diez ángulos diferentes, nos transformamos en jueces de los árbitros, castigamos su equivocaciones con intensos insultos alegóricos a su inocente madre.-
En aquel tiempo, el de mi niñez, por la TV se veía poco y nada de futbol.
Los lunes al mediodía, a la salida del colegio, durante el almuerzo, con más curiosidad que pasión, veíamos los goles de raros equipos pertenecientes a una tal “Liga Cordobesa de Futbol”; Instituto Central Córdoba, Las Palmas, Racing de Nueva Italia, Belgrano, General Paz Juniors, Peñarol, Unión San Vicente, Las Flores. Un tal Gustavo Tobi daba paso para que presentaran los goles a los hermanos Marquini o el viejo Torri.
Todo transcurría en el que era, es y será, al menos para nosotros, los del interior del interior, el amarillento Canal 12, el que jamás cambia sus formatos y sus periodistas parecen vivir mil años. La invasión cultural de Buenos Aires por intermedio de la televisión aguardaba agazapada en algún mojón del espacio y del tiempo, conjugado con alguna modalidad de un tiempo próximo.-
¿Y Talleres? La gloriosa “T” en esa época miraba con desdén al resto de los equipos de córdoba, estaba de romance con el futbol de la Capital Federal. Se codeaba con los grandes e inflaba el pecho en todas las canchas del país. Se le escapó en forma funesta un Nacional con Independiente. Lla desdicha aún deambula por media Córdoba sin encontrar consuelo se mete en La Cañada y llora todas las noches lo que no fue.-
Como si fuesen fantasmas del Hotel Edén, aún hoy se sienten los sollozos en las viejas casas que fueron habitadas por Gibaudo o el Chocolate Baley, Willington, Ártico, Comelles, Rivadero, los Galván, La Pepona Rinaldi, Chupete Guerini, Bocanelli, Astudillo, Oviedo, Ocaño, Binello o la Rana Valencia.
Desde la década del 70 el futbol de Córdoba deambula en un océano de penurias a bordo del buque fantasma Mary Celeste.
En aquella época, éramos rehenes de la proporción de sueño de Don Cardetti; o del capricho de alguna antena Multicanal, quizás de un buster comprado en lo Widino que potenciara esa onda invisible para ver, aunque sea por intervalos de tres minutos: ATC vía repetidora de Suco, Canal 5 de Rosario o Canal 13 por la calle angosta de Villa Mercedes.
Mi capacidad de comprensión se detiene para dar paso a las estadísticas y éstas con base científica arrojan el siguiente resultado.
En esos viejos tiempos, “Don Cardetti y su santa madre han sido declarados por unanimidad el mismísimo demonio. Quizás hoy a la distancia, cuando los años nos hacen ver las cosas con un cristal más transparente, aprovechando el gerundio del Sumo Pontífice Francisco deberíamos solicitarle que los exculpe de haber apagado ese maldito motor en medio de lo mejor de Barreta, Petroccelli, kojak, Las Vegas, El Hombre del Rifle, Kung Fu o Jim West”.-
Stop. Paro la pelota como lo hacía “Sartén” el cinco de Belgrano de Mackenna. Soy consciente que a manera de laberinto mi mente abrió caminos con destinos inciertos. Me entretuvo y me transportó a embarcaderos que no tenía pensado visitar pero que a no dudar valieron la pena: La radio, la TV, Talleres, Canal 12, Don Cardetti, etc.
Nunca es tarde para retroceder, aunque no logremos cambiarla posición de los dados que el destino ya arrojó en el verde paño.-
Vuelvo al Club Atlético San Martín, el de mi pueblo. Ahí estoy, sentadito con mis cortos años, con la radio en el banco que estaba escasos metros de las ventanillas de venta. La cosa era salir de inmediato junto al pitazo final del encuentro.
Nunca me gustaron los encierros y las aglomeraciones de gente, menos a esa edad y por razones más que justificadas – yo me entiendo, no me pidan que les explique- no me gusta. Perdón.
Ahí me sentaba con mi viejo Jean Topeka comprado en lo Dante, las zapatillas Flecha azul con punteras blancas sacadas de la tienda Los Vascos del tío Pancho Esnaola. – A veces a esas zapatillas, no sé bien por qué, pero debe haber sido moda, les cortábamos con una Gillette las punteras que miraban al frente como dientes de un dragón enojado o como proa de un barco vikingo.
La radio hacía placentera la espera hasta la salida de San Martín a la cancha, con la histórica camiseta rayada, a la antigua, la colchonera, varias franjas verticales celestes y blancas.
El capitán de San Martín aparecía por la boca del túnel en forma lenta y cancina, como ahorrando energía para el partido o porque aún los ravioles de la vieja estaban en proceso de digestión.
A modo de ritual, acomodaba mi radio de manera tal que la onda me asegurara no perderme el relato del partido de la fecha, generalmente disputado por Boca o River y para no dejar pasar ni un solo “Bip-Bip” que anunciaba que algo sucedía en otro estadio, cuando el “Gordo Muñoz” interrumpía su relato para indicar:
- “Vamos a la información”.
Y de otra cancha venía la repuesta de algún Tinelli:
- Gol de Vélez, Pedro Larraquy. Vélez uno San Lorenzo uno.
Era en ese preciso momento, apenas sentía el bip-bip, pegaba la oreja a la radio para escuchar con absoluta claridad el autor del gol y dibujarlo con un palito en el cuadrito correspondiente a la boleta del PRODE.-
Esos trece pronósticos que había que acertar para hacerse millonario. Las casillas del 1 al 10 con los partidos de primera en los cuales la lógica y el resultado tenían cierta correlación. En las casillas del 11 al 13 figuraban equipos tan extraños como el Indio Solari y cuyo pronóstico obedecía a una sola lógica la del TA-TE-TI. Quien carajo podía acertar un Los Andes Vs Deportivo Morón; Flandria vs Temperley o Cambaceres vs Tigre!!!!.
Ya terminado el áspero primer tiempo contra las siempre complicadas Estrellas Recreativas de Jovita, los jugadores parecían ser tragados por la tierra cuando se metían en la boca del túnel, era ese el momento en el que me levantaba para ir a la cantina, a dar una vuelta y ver pasar a dirigentes de la talla de Anastacio Saharrea, rodeados por Ricotti, Laciar, Elías, Zucchi y otros.
Entre la niñez y la adolescencia vi pasar a muchos jugadores; Pepe Spada, Cali Setién, Lucho Echeverria, Abuelo Lucero, Pepe Muñiz, Cefe Lopez, Mototoe Sordelli, Tatetí, Miquia, Lalo Licheri, Ropero, Kike Salas, Hugo Quiñonez, Tatano Salas, Cesar Albarracín, la Chueca Delfino, la Chueca Rueda, el Cuqui Piazza, Chicho Campana, Morán, Morales, La Bruja Ferreyra, Loco Zabala, Nuni Zambroni, Perfecto, Masita, los Alfonso, y José Luis “La Chancha” Fistori – que goleador por Dios. –
Repasando la lista, me pregunto por la Chueca Delfino y la Bruja Ferreira, ¿Qué hacían en San Martín? Si casi todos los hermanos eran de la Tricolor. Mejor así, que fueron nuestros, la verdad eran pintores de acuarela en el medio campo.
Los clásicos, serán relato aparte. Por ahora como adelanto les digo que vi casi todos los que se jugaron durante mi existencia. Hasta los de la “Quinta Especial”, a muerte se jugaba. Pibes de un pago chico, que eran todos amigos, pero cuando entraban a jugar defendían su camiseta, su pasión, sabían que si perdían se comerían una tremenda gastada por uno o dos meses.
Claro que eran especiales esas quintas categorías, si jugaban, entre otros; Los Mellizos Sandroni, Abel Saharrea, el Flaco Lawler, los De la Fuente, los Garoni; Mario Sardoy, el Vasquito Saharrea, y del otro lado, en la Tricolor, Mario Vivaldi, los Alaniz, Mortadela, Grimaldi, Zaguán, Turucho, Norre, el Vasco Bastidas, y mención especial para el Galleguito Parras. Carlitos tenía una innata capacidad para sacar de las casillas a todo el mundo, en la cancha, en el aula o en una mesa de naipes del Velocidad.
El Gallego jugó en la quinta de los dos clubes, en la Tricolor de la cual era hincha fanático por herencia cultural del tío “Gringo Gariboldi”; y una año para la Celeste, solo para complacer a sus amigos de la barra del secundario y de puro contra que era, para hacer hablar a la chusma, para ser el centro de las miradas y seguir alimentándose con sus ironías.
Puedo seguir nombrando pibes de la quinta por una hora más, hasta se me viene a la mente el Monito Arias que tanto hacía renegar en las prácticas a Ramón Fermanlli. Ramoncito, ese que arrastraba en su pie todo su cuerpo y a la pasión celeste por todas las calles de Mackenna, siempre con sonriendo y colaborando con las inferiores. Que amor por la camiseta. Que pasión por el club. Gracias Ramoncito.
Debo confesar. Mi paso como jugador en el club fue más bien fugaz. Apenas dos años de reserva con el Tota como DT, con excelentes resultados gracias a que entendimos de inmediato su sabiduría en la manera filosófico-práctica de entender el futbol: “Hagan goles y que no les hagan”.-
Me puso en todos los puestos, hasta de arquero, cuando los únicos guantes que había visto en mi vida eran los de lana para ir al colegio. En fin, un par de goles de tiro libre, nada más. Lo mío era el Velocidad y los campeonatos de verano de Papi Futbol, ahí me sentía cómodo, la cancha grande me parecía un Océano.
El Tota cuando nos tocaba jugar de visitante pasaba casa por casa para ahuyentar los alcoholes de Tupac consumidos por cada uno de sus dirigidos la noche anterior, hasta asegurarse que al menos eran trece los que viajaban distribuidos en las camionetas del Pelado Cucchi o de Hugo Mobilia. Ahí íbamos acurrucados, apretados; Etelvino, Vasquito, el Garfio y Picante, Luis y Mario Borgognone, mi hermano Charly que ya se rozaba en la primera y que de 5 era un fiera, Gustavo, Caco, Gato Garoni, Marcelo Lucero y mención especial para le Cui Delgado y Potrillo Forestello, que manera de hacer goles estos tipos.
Tengo más recuerdos. Como nos costaba ponernos las medias y las camisetas después de ciento veinte lavados y sacárselas era peor aún.
Veo aparecer los jugadores por la boca del túnel para jugar el segundo tiempo, todos más que familiarizados con esa mezcla de olores que habitaban el oscuro pasillo, humedad, orín y aceite esmeralda aplicado en muslos y pantorrillas por el masajista Zabala. Corro rápidamente en busca de mi banco para ver el segundo tiempo de lo que fue un agónico triunfo de San Martín con gol de penal del capitán J.L. Setién.
Pitazo final del árbitro, salgo disparado a casa, tratando de echar inútilmente la angustia dominguera, esa que me alcanza llegando a casa justo en esquina de Leandro Alem e Italia. Es inútil se ha metido en mi portafolio “Primicia” justo cuando la abro para empezar a repasar para la prueba de sociales que toma Doña Sonia Labarte de Mana.
Todo lo que les conté, ya no está, se los advertí. El TIEMPO ES CAMBIO, todo lo arrasa pero a su vez todo lo hace renacer. El tiempo es invencible e imbatible, pero pierde por goleada frente a la PASION, ahí justamente es donde lo he visto arrugar.-
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